La tristeza llega a nuestras vidas de muchas maneras. A veces toca a la puerta a través de
situaciones desesperanzadoras, como la pérdida de dinero, enfermedades o el rechazo.
Pero otras veces simplemente llega sin previo aviso, sin una razón aparente. Hoy quiero
compartirte parte de mi experiencia personal y algunas lecciones profesionales que he
aprendido sobre este tema.

Primero, quiero decirte algo importante: no está mal sentirse triste. Vivimos en una
sociedad que constantemente nos empuja a mostrar felicidad y optimismo, incluso en los
momentos más oscuros. Pero la tristeza también tiene su lugar y su propósito. ¿Te has
preguntado cómo reaccionaría una persona que ha perdido mucho dinero y ahora no tiene
cómo llevar alimento a su familia si, en lugar de mostrarse triste, estuviera celebrando y
feliz por esa situación? Seguramente pensarías que está loca o que simplemente no tiene
sentimientos. La tristeza es una emoción que Dios nos ha regalado porque somos seres
humanos capaces de conmovernos y reflexionar ante las dificultades de la vida.
Permitirse estar triste cuando algo anda mal no debe ser motivo para que te juzgues a ti
mismo ni para que otros lo hagan. En la Biblia encontramos muchas situaciones donde las
personas expresaron su inmensa tristeza. El mismo Jesús, antes de ser crucificado,
manifestó su gran angustia: “Mi alma está muy triste hasta la muerte” (Mateo 26:38). Quizá
se sentía así porque no quería dejar a su familia y amigos en la tierra, o porque conocía el
calvario que estaba por enfrentar.
Hace algunos años, durante mi primer año de matrimonio, enfrenté una serie de pruebas
difíciles: perdí mucho dinero en una inversión, me quedé sin empleo y pasé por dos cirugías en menos de 20 meses. Mi matrimonio estuvo al borde del colapso. No solo la tristeza me consumía, sino también otros sentimientos de frustración, miedo e incertidumbre que te contaré en otra ocasión. Fue una etapa muy dura, pero también fue un tiempo de grandes lecciones. Esto me lleva al segundo punto que quiero compartir contigo: la tristeza pasa. Las situaciones también pasan. Algunas dejan cicatrices profundas, pero eso no significa que sea el final del camino.
Dios aún tiene planes para nosotros. La Biblia dice: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). A veces cuesta verlo en el momento, pero con el tiempo las piezas encajan y descubrimos que incluso las dificultades traen enseñanzas y fortaleza. Te invito a que hoy le entregues tu tristeza a Dios. Aunque en este momento no lo veas, aún hay cosas buenas por llegar. Darte la oportunidad de sentir tristeza es tan valioso como reconocer que ese sentimiento tiene un final. Y ese final comienza cuando abres tu corazón a la esperanza de que nuevas y mejores cosas vendrán a tu vida.
Si estás pasando por un momento difícil, te invito a que nos escribas. Queremos apoyarte
y acompañarte en este proceso. Además, si llevas mucho tiempo lidiando con la tristeza,
considera buscar ayuda profesional. No estás solo.
Comments