Mi niñez se desarrolló en el seno de una familia humilde, trabajadora, emigrante como tantas otras. Pasamos tiempos duros. Pero diría que fue una infancia feliz, no consciente del esfuerzo
de mis progenitores, quienes en su sacrificio personal encontraron el modo de superar las dificultades. Ya en la adolescencia tomé contacto y adquirí una conciencia social fuerte, en el instituto.
Durante mi juventud pensé que había descubierto en la política algo que el mundo necesitaba saber y aplicar, para que se convirtiera en un lugar más justo. No tardé en desengañarme
cuando quienes trataban de cambiar la sociedad, tuvieron la oportunidad de hacerlo, pero lejos de mejorar la situación social, ellos se corrompieron y terminaron siendo tan injustos como
aquellos a quienes les arrebataron el poder. Poca sabiduría.
Luego fueron las luces de la psicodelia y darle al cuerpo todo tipo de experiencias, pensé que lo sabio era la diversión sin límite. Pronto comprendí que tal descontrol, tenía momentáneas
sensaciones que dependían de agentes externos, pero no llenaban mi necesidad verdadera y si me ataban cada vez más, dependía de tales sustancias, personas y ambientes.
Cuando solo tenía veinticinco años toqué fondo, empujado por mi búsqueda de respuestas, pensé que no quedaban puertas a las que llamar. Entonces recordé viejas historias que escuché de niño acerca de Jesús, a quien nunca había olvidado, pero a quien solo recurría en las dificultades extremas.
Lo cierto es que pude ver mi realidad y decidí volverme, no seguir por el camino que estaba
transitando, darles lugar a las palabras de Jesús en mi mente y corazón. El efecto fue inmediato, todo encajaba, oía el mensaje de las Buenas Noticias, aumentaba mi esperanza, todo cobraba sentido, era lógico llegar a esa situación por el camino que llevaba. Comenzó en mí un proceso liberador, transformador, regenerador, que después de cuarenta años continúa.
Caminar consciente del amor del Padre, conocerlo cada día más, saber que formo parte de sus planes, respetarlo y honrarlo, me hace un poco más sabio cada día.

Proverbios 1.1 Estos son los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Proverbios: (ejemplos que comparte una persona anciana tras observar muchos casos con la sabiduría que el Señor le da)
Salomón el autor adquirió tal sabiduría porque oro pidiéndola para gobernar al pueblo de Israel, y eso agradó a Dios.
Tengamos cuidado porque también hay sabiduría terrenal y diabólica, durante mucho tiempo la confundí, en ocasiones la confundo si no presto atención y discierno espiritualmente: Santiago 3:13-18
Yo sin la ayuda del Señor soy torpe, envidioso, ambicioso, egoísta, insensible, dañino, perturbador, necio y burlón. Pero los proverbios me enseñaron sabiduría pura, comprensión,
inteligencia, amabilidad, para que la vida sea gobernada con estos patrones y no con los patrones diabólicos del mundo, terrenales. Continuamente tomamos decisiones de mayor o menor importancia, todas ellas traerán consecuencias de un tipo o de otro, a nuestras vidas y a quienes nos rodean. Dependerá del grado de influencia que tengamos nosotros para que estas decisiones afecten a más personas y más intensamente. Tener presentes y aplicar estos consejos del Señor, que nos llegan a través de Salomón, hará que su presencia sea manifiesta para quienes nos observen. Se trata de una sabiduría sobrenatural de lo alto, enseñada y otorgada a quienes se disciplinan en atender, la piden y la aplican.
Proverbios 1.2 El propósito de los proverbios es enseñar sabiduría y disciplina (doctrina), y ayudar a las personas a comprender la inteligencia de los sabios (razones prudentes).
La sabiduría bíblica o espiritual no consiste en la acumulación de conocimientos, consiste en la aplicación de lo que se sabe. Su propósito es enseñarnos, ayudarnos a comprender.
Proverbios 1.3 Su propósito es enseñarnos a vivir una vida disciplinada (exitosa), y ayudaros a hacer lo que es correcto, justo e imparcial (justicia, juicio y equidad).
Enseñarnos a vivir con verdadero éxito, ayudarnos a decidir correctamente y discernir con sabiduría, separando lo justo, lo apropiado, lo equitativo e imparcial de todo lo que no lo es.
Cuando nuestra vida se rige por los estándares del Señor estamos invitándolo o dándole lugar para que lleve a cabo su plan inicial en nuestra vida, el propósito por el que nos dio vida.
Proverbios 1.4 Estos proverbios darán inteligencia (sagacidad) al ingenuo (sencillo), conocimiento y discernimiento (cordura) al joven.
Vivir con una mente abierta a toda influencia, cómo se nos insta muchas veces y sin el temor del Señor, es dejar que cualquiera instale fortalezas en nuestro pensamiento y ejerza autoridad sobre nuestras decisiones. Debemos tener una mente enseñable, abierta para aprender, pero no tan abierta como para que se nos caiga el cerebro. La Biblia nos invita a pensar en todo lo puro, limpio, de buen nombre, lo que nos protege; pero la mente sin criterio y determinación lleva al despropósito y conduce al desastre.
Proverbios 1.5 Que el sabio escuche estos proverbios y se haga aún más sabio. Que los que tienen entendimiento reciban dirección (capacidad)
Proverbios 1.6 al estudiar el significado de estos proverbios y estas parábolas,las palabras de los sabios y sus enigmas.
Nuestra sabiduría no aumentará si no hacemos uso de la que ya hemos recibido. Aumentar nuestra sabiduría tiene un proceso de disciplina y perseverancia: buscarla, escuchar sin descanso, recibir dirección al estudiar los significados, desentrañar enigmas, que es algo que nos estimula a seguir buscando.
Un enigma o acertijo normalmente se debe escuchar en repetidas ocasiones y darle vueltas, pero por encima de todo desear que el Señor por medio de su Espíritu nos lo revele. No es lo mismo aprender de manera natural, que aprender porque Dios nos lo revela, esto nos transformará y de aquello nos jactaremos.
Proverbios 1.7 El temor del Señor es la base (principio) del verdadero conocimiento (sabiduría) pero los necios desprecian la sabiduría y la disciplina (enseñanza).
La verdadera sabiduría llega a la vida de las personas que valoran las cosas de Dios, quienes acuden a Él en humildad, quienes ni se atreven a pensar que algún día puedan prescindir del
Señor, quienes están dispuestos a servirle. Pero se aleja de quienes lo desprecian y rechazan con orgullo.
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