La procrastinación y la gestión de nuestras emociones
- Fabián Navarro
- 28 mar
- 2 Min. de lectura
Querido lector, hoy quiero hablarte de la procrastinación, un hábito que, si bien no es una emoción en sí misma, está profundamente ligado a nuestras emociones. Según la RAE, procrastinar significa aplazar, diferir, posponer, retrasar, postergar o demorar. Con procrastinar en este texto, no me refiero únicamente a esas tareas del hogar que te prometiste hacer esta semana y sigues dejando para después. Te hablo de aquellas actividades que has postergado por semanas, meses, e incluso años: esa llamada pendiente a un amigo, la cita médica que sabes que necesitas, pero no agendas, o el trabajo que pospones mientras pasas tiempo en el móvil. Quiero que sepas que esas actividades que has postergado no son solo producto de la mala gestión del tiempo. Si no, también, son producto de la mala regulación emocional.
Tim Pychyl, profesor de Psicología y miembro del Grupo de Investigación sobre Procrastinación en la Universidad Carleton, en Ottawa, Canadá, afirma:
“La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión del tiempo”.

Y es que postergamos muchas veces no porque carezcamos de organización, sino porque evitamos enfrentarnos a emociones incómodas. A menudo, procrastinamos porque no queremos asumir la responsabilidad de tareas complejas, porque sentimos miedo o ansiedad ante ciertos desafíos, o porque buscamos la perfección y eso nos paraliza. Sin embargo, aunque al posponer una tarea experimentamos un alivio momentáneo, con el tiempo nos invade la culpa, atrapándonos en un círculo vicioso difícil de romper.
Salir de la procrastinación no es fácil, pero es posible. Desde mi propia experiencia, quiero compartir contigo algunos consejos que me han ayudado:
1. Comprende que la procrastinación no es solo pereza. Se trata de la manera en que regulamos nuestras emociones. Quitarte la etiqueta de “perezoso” o “irresponsable” puede liberarte de una carga innecesaria.
2. Reflexiona sobre tus emociones. Cada vez que postergues algo indefinidamente, pregúntate: ¿qué hay detrás de mi excusa? ¿Es miedo, ansiedad, inseguridad?
3. Sé responsable con tu bienestar emocional. Conocerte a ti mismo implica también asumir la responsabilidad de gestionar tus emociones, y buscar ayuda profesional puede ser un gran apoyo en este proceso.
4. Establece pequeñas metas con recompensas emocionales. Dividir una tarea en pasos pequeños y celebrar cada avance puede motivarte a continuar.
5. Prioriza con compromiso. No se trata solo de hacer listas, sino de actuar con determinación y coherencia.
Finalmente, quiero dejarte el consejo más valioso. La Biblia nos dice en Colosenses 3:23:
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres."
Si tienes fe en Dios, este principio puede transformar tu manera de abordar la procrastinación. Cuando ponemos a Dios en el centro de nuestras intenciones, Él nos ayuda a gestionar nuestras emociones y nos da la fuerza para cumplir nuestras responsabilidades. Y, sobre todo, no hay mayor satisfacción que saber que lo que hacemos agrada a nuestro buen Dios.
Comentários