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La fe en tiempos digitales y el grito de la creación

  • Elias Henrique Cardoso
  • 13 jun
  • 2 Min. de lectura

¡Llegamos a la última parte de nuestra mirada al futuro! Ya hemos visto cómo el cristianismo se expande por el mundo y cómo buscamos anclas firmes en medio de los cambios. Hoy quiero que toquemos dos temas que están ya mismo en nuestras vidas y que, según el informe que hemos estado comentando, van a ser importantes para la Iglesia de aquí al futuro: el mundo digital y el cuidado de nuestra casa común, la Tierra, junto con el desafío de ser justos.


Primero, lo digital, a ver, ¿Quién no tiene un móvil hoy en día o se conecta a internet? El informe nos cuenta que esto de la "presencia digital" es cada vez más grande. Comunidades online, trabajar desde casa, ¡hasta la forma en que nos relacionamos está cambiando! Y para la Iglesia, esto es un campo enorme, lleno de oportunidades y también de cosas en las que pensar. ¿Cómo llevamos el mensaje de Jesús a estas nuevas comunidades? El acceso a la Biblia por internet, por ejemplo, está ayudando a muchísima gente a leer la Palabra. Pero también nos hace pensar en cómo ser iglesia de verdad en estos espacios, cómo discipular, cómo proclamar el Evangelio de forma clara y amorosa.

Yo, a veces, me pregunto cómo no perder el contacto personal, el abrazo, el mirarnos a los ojos que tanto necesitamos. Es un equilibrio, ¿verdad? Y como Iglesia, tenemos el reto de usar todas estas herramientas nuevas con sabiduría, sin perder nuestra esencia.

El informe también nos hace pensar en lo que significa ser humano en tiempos de inteligencia artificial y tantos avances tecnológicos. La fe nos da una respuesta preciosa: somos creados a imagen de Dios, con un valor inmenso. Y desde ahí, podemos dialogar con estos nuevos tiempos, sin miedo, pero con discernimiento.



El otro gran tema es el de la sostenibilidad y la justicia. El informe nos pregunta: "¿Qué es justo y correcto?" y "¿Qué es sostenible?". Y estas preguntas, nos llevan directos al corazón del Evangelio. Vemos tanta injusticia en el mundo: la persecución religiosa, la pobreza que sigue golpeando a millones, la falta de oportunidades para tantos. Como cristianos, no podemos quedarnos de brazos cruzados. El amor de Dios nos impulsa a buscar la justicia, a defender al débil, a ser voz de los que no tienen voz.


Y junto a esto, el cuidado de la creación. A veces parece que nos hemos olvidado de que este mundo es un regalo de Dios, y lo estamos tratando bastante mal, ¿no os parece? El cambio climático, la contaminación… son gritos de la Tierra que necesitamos escuchar. Cuidar el planeta no es solo cosa de ecologistas, es parte de nuestra responsabilidad como hijos de Dios. Porque amar a Dios también es amar lo que Él ha creado.


Creo que el futuro nos pide ser una Iglesia conectada, sí, pero también profundamente comprometida con la justicia, con el cuidado de la creación y con la dignidad de cada persona. Son desafíos grandes, pero no estamos solos. El Espíritu Santo nos guía y nos da la fuerza. Con esto terminamos nuestra mirada al futuro que nos propone el informe. Pero la tarea de construir ese futuro, un futuro donde reine el amor y la justicia de Dios, ¡esa tarea es de todos los días!

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