Fe, Verdad y Hogar en el Mañana
- Elias Henrique Cardoso
- 6 jun
- 2 Min. de lectura
¡Seguimos nuestra charla sobre el futuro! Si en el post anterior veíamos cómo el mapa del cristianismo se está redibujando, hoy quiero que pensemos juntos en algunas cosas que, aunque cambie el mundo, siguen siendo importantes para el corazón humano: ¿dónde encontramos esperanza?, ¿en qué podemos confiar de verdad?, y ¿qué significa "comunidad" o "sentirse en casa" en este siglo XXI tan movido?

El informe que estamos usando de guía nos lanza estas preguntas, y no son poca cosa. Vivimos en un tiempo donde hay muchas voces, ¿verdad? El secularismo nos dice que podemos vivir sin Dios, otras corrientes políticas o religiosas ofrecen sus propias respuestas y a veces uno se siente un poco perdido, buscando algo a lo que agarrarse, una esperanza que no se desinfle. Yo creo que el Evangelio no es una ideología más, es Jesús mismo ofreciéndonos una paz que sobrepasa todo entendimiento. Y esa es la esperanza que necesitamos compartir, sin miedo y con mucho amor.
Luego está el tema de la confianza. En esta era de noticias falsas, de tanta información que nos bombardea, ¿en quién o en qué podemos confiar? El informe habla de los desafíos a la verdad, de cómo a veces nos dejamos llevar más por lo que parece bonito en una pantalla que por lo que es realmente cierto. Y aquí, como cristianos, tenemos un tesoro: la Palabra de Dios, que es nuestra roca. Y un llamado: ser gente íntegra, transparente. Porque la gente está sedienta de autenticidad, de encontrar personas en las que de verdad se pueda confiar.
Finalmente, la comunidad. ¡Qué palabra tan bonita y tan necesaria! El mundo se mueve mucho. El informe nos cuenta que en 2020 había unos 281 millones de migrantes internacionales. Gente que deja su tierra buscando un futuro mejor, huyendo de problemas o no y muchos de ellos llegan a Europa o a Asia. Esto está cambiando nuestros barrios, nuestras ciudades. Y para nosotros, como iglesia, es una oportunidad de oro para ser lo que Jesús nos llamó a ser: una casa de acogida, una familia donde todos, vengan de donde vengan, encuentren un abrazo, un plato de comida, una oreja que escucha y el amor de Dios.
Recuerdo cuando llegué a Pamplona, o cuando he conocido a gente de otros países aquí en la iglesia. Al principio, uno se siente un poco pez fuera del agua. Pero cuando encuentras una comunidad que te recibe con los brazos abiertos todo cambia. Y ese es nuestro llamado: Celebrar que en Cristo somos uno, sin importar el pasaporte o el color de la piel.
Así que, mientras el mundo sigue girando y cambiando, estas búsquedas de esperanza, de verdad, de comunidad siguen ahí, en el corazón de cada persona. Y nosotros, con la ayuda de Dios, tenemos mucho que ofrecer. Nos vemos en la próxima para la última parte de esta mirada al futuro.
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